Soltar Como Acto de Amor, No de Pérdida

Por: Fernanda Arozqueta

Podemos estar todos de acuerdo con que hay palabras y frases que nos aterran. Como por ejemplo, la más temida de todas: “tenemos que hablar”.

Y hay una que a mí me parece más que aterradora, particularmente hermosa y retadora porque está cargada de mucha valentía, coraje y amor. Y además normalmente llega después del tan temido “tenemos que hablar”.

Para todos los que nos gusta controlar y saber exactamente qué va a pasar y cómo queremos que pase, “soltar”, es una palabra especialmente terrorífica porque implica confiar en que una red te va a cachar o no y para hacerlo mucho más difícil, no sabes qué tan alta es la caída porque soltar es un acto que se hace con los ojos cerrados y con toda tu confianza puesta en la nada, en la absoluta nada.

Pareciera que no hay nada asegurado en soltar. Es una palabra que suena mucho más a un punto final que a un punto y coma. Ya solté, ya se acabó. Ya solté, ya no existe.

Aunque, indagando un poco más profundo y retomando la idea del verdadero coraje y la valentía que soltar implica, soltar se puede convertir en un acto de amor propio y de amor hacia la persona que estamos intentando soltar.

Soltar no es ignorar la existencia de la otra persona, no es darlo por muerto. Soltar no es pretender que a partir de la acción de soltar, la otra persona se convierte automáticamente en parte exclusiva de nuestro pasado y completamente invisible en nuestro presente y futuro.

Creo yo que soltar, tiene mucho más que ver con regresarle a la otra persona su libertad, la misma libertad que no siempre está en sus posibilidades compartir o recuperar.

Soltar es decirle al otro, confío en que tu puedes solo y aunque sea de todo mi interés retenerte, no lo voy a hacer porque desde un acto de amor puro, te regreso a ti, porque ahorita tu te necesitas a ti y yo me necesito a mi. Y después a lo mejor, podemos compartirnos sin engancharnos para así, crecer de forma paralela y no revuelta. Por que revuelto confunde y nos pierde de nosotros, revuelto se hace tóxico, revuelto se vuelve dependencia, revuelto no es amor, revuelto son parches que esconden las cosas que nos duelen y que no queremos ver. Revuelto, se acaba dejando mucho dolor porque implica dos trabajos, un duelo y un trabajo personal postpuesto que se hace mucho más aterrador voltear a ver.

Existen muchas formas de soltar. Podemos soltar desde el enojo “me hiciste esto, no te quiero volver a ver”, podemos soltar desde el ego “a mi nadie me hace esto”, podemos soltar desde la esperanza “va a regresar”, podemos soltar desde la evasión y aquí si cada quién se evade como puede, podemos soltar desde la resignación “no me queda de otra”. Y realmente, todas estas formas de soltar, más que formas de soltar, son ideas de que estamos soltando, no son un acto verdadero porque todas implican una solución temporal que es meramente mental que eventualmente nos va a explotar en la cara, porque la vida te deja hacerte guey un ratito pero después si o sí te pasa la factura.

Ahora bien, tenemos otra opción y esa es una gran noticia, porque es una opción que no permea en nuestro futuro y no nos explota en ningún lugar ni momento.

Podemos soltar desde el amor, pero aquí viene un twist, desde el amor propio.

Soltar para liberarnos es el regalo más grande que nos podemos hacer a nosotros y al otro porque nadie nunca, debe de estar agarrado de nada ni nadie. Nadie nunca debería de necesitar algo o alguien para ser feliz. Nadie nunca debería de sentir que para ser suficiente, para estar completo, para ser valioso, para estar claro, para tener paz, necesita de algo más que no se encuentre en sí mismo.

Y aceptar que somos suficientes, es voltearnos a ver y decir, existo por mí mismo y eso es increíble (y les paso un tip, es también muy hot).

Se empieza a volver verdad la idea de que para amar a otros si es necesario primero amarnos a nosotros mismos. Y amarnos a nosotros mismos, no implica estar resueltos, no implica no tener emociones y asuntos internos con los que lidiar, porque siempre los vamos a tener porque la vida no se detiene para nadie y el botón de stop no existe. Curar tus heridas pasadas a través de una relación es increíble pero siempre con un acto de consciencia y de responsabilizarte de lo que es tuyo y no del otro. Asumiendo tus propias inseguridades como tuyas, compartiéndolas sí claro porque existen y son parte de ti pero a partir de un lugar de sanación.

Soltar no es fácil, todo lo contrario, es de las cosas más difíciles que nos tocan hacer. Existe mucho dolor en el soltar pero no hay liberación que exista sin antes la necesidad de liberarte y no siempre nos queremos liberar porque ese acto en sí da mucho miedo, porque brincar a la nada con absoluta confianza, con los ojos cerrados, desconociendo la altura y sin saber si la red nos va a cachar o no, es la pesadilla de cualquier persona normal que no tenga un problema de conductas suicidas.

Entonces, no hay que juzgarnos nunca si no nos atrevimos a saltar cuando teníamos la intención, hay que vernos con compasión y empatía y decirnos: “no hay prisa, es normal tener miedo, salta cuando tú quieras” igual, para nuestra mala o buena suerte, como lo queramos ver, el acantilado aquí va a seguir.

Pero a lo largo de mi vida he descubierto algunas cosas que hacen el salto más fácil. La primera me la compartieron “recuerda porqué estás saltando, porqué necesitas saltar y de qué te estás liberando” y la completo con “¿Qué parte tuya te va a regresar el salto?, ¿Qué parte tuya necesitas recuperar?”.

Y la otra y la más importante es ¿de qué estás agradecido? Y reconocerlo es importante porque fue lo que te llevó a agarrarte de algo desde el principio. Por ejemplo: “me recordaste lo guapa que me puedo sentir”, “me recordaste lo divertida que soy”, “me recordaste que vale la pena ser escuchada y que mi escucha es de utilidad para los demás”, “me inspiraste a descubrir que tengo una capacidad enorme de amar”, “ me recordaste que tengo la capacidad de hacer feliz a otra persona que también me hace sentirme feliz a mi”, “me reafirmaste todo lo que quiero en mi vida”, “me hiciste sentir muy especial cuando me equivoqué pensando que era ordinaria”, “me motivaste a avanzar, a luchar y a creer en mi y en mis proyectos, cuando me equivoqué y pensé que ya no había porqué esforzase tanto”, “me regresaste la sensación de ser imparable cuando pensaba que estaba rota”, “me diste la confianza para volver a disfrutar bailar con los ojos cerrados, aunque estuviera rodeada de gente”, “me recordaste que no he vivido todo y que aún hay mucha vida que vivir”, “me recordaste que no lo sé todo y que la vida nunca nos va a dejar de sorprender sin asustarnos”. Todo esto me lo quedo y lo asumo como propio, porque estaba en mi y tu prendiste la luz para que lo viera, es a partir de este momento que el mantener la luz prendida se vuelve mi responsabilidad y la manera de honrar tu llegada a mi vida como un evento único, incomparable e inolvidable. Un momento que me encontró siendo una y me dejó siendo otra, otra mucho mejor. Una versión de mí que estaba esperando ser descubierta. Un recuerdo hermoso que se queda conmigo siempre. Con todo mi corazón y con todo lo que soy, muchas gracias.

Y esa es mi red, esa es la red que si o sí te va a cachar. Y esa red la creamos en conjunto con el otro. Esa red es sanar las heridas pasadas a través de una relación, esa red es invitar al otro a vernos pero enserio vernos y aceptarnos como somos y adorar nuestra existencia tal cual es, sin ningún tapujo, sin ninguna pretensión.

Un último agradecimiento al otro por haberte ayudado a tejer esa red, sobre todo sí lo hizo a partir de amor y la empatía. Porque no existe en la vida un regalo más desinteresado que ese. No lo hay.

Ahora sí, respiro profundo, cierro los ojos y salto.

Add Comment